La inversión intensiva en carbono de la región sobrepasa 31 veces las partidas relacionadas con sostenibilidad, según el Índice de Finanzas Sostenibles. El Salvador y Guatemala lideran la lista y México y Uruguay están a la cola.

Las cuentas financieras de América Latina van por mal camino. A pesar de vivir en tiempos de crisis climática, ninguno de los 20 países que más emite gases de efecto invernadero en la región ha logrado alcanzar altos niveles de finanzas que estén acorde con la situación actual.

Así lo concluye el último informe sobre Índice de Finanzas Sostenibles que analizó datos de 2022 y que es presentado anualmente desde hace cuatro años por el Grupo de Financiamiento Climático para América Latina y el Caribe (Gflac).

“En conjunto, los 20 países de estudio destinaron 1.690 millones de dólares en presupuesto sostenible, mientras que los recursos que llegaron a actividades intensivas en carbono alcanzaron los 62.424 millones de dólares”, dice el documento.

En otras palabras, esto significa que los presupuestos intensivos en carbono de la región sobrepasan por 31 veces los presupuestos sostenibles.

El índice, comenta la mexicana Sandra Guzmán, directora General del Gflac, tiene en cuenta cuatro factores: los ingresos sostenibles de cada país, los ingresos intensivos en carbono (es decir, cuánto reciben de recursos para combatir el cambio climático, pero también para actividades como hidrocarburos), el presupuesto que se asigna en temas de sostenibilidad y el presupuesto que va para actividades intensivas en carbono.

Cada país puede sumar hasta cuatro puntos. Y así un país reciba altos recursos internacionales para temas de cambio climático, si también invierte mucho en hidrocarburos, lo positivo anulará lo negativo, y bajará en el ranking.

De hecho, de los 20 países analizados es El Salvador – aunque con solo 2,9 puntos de cuatro – el que lidera positivamente el Índice, seguido de Guatemala y Jamaica con 2,8 puntos cada uno.

“Se trata de países que tienden a aparecer hacia arriba en el índice porque, de por sí, no tienen muchos recursos petroleros. Pero también están empezando a gastar y a invertir cada vez más en cambio climático, y eso es una muestra de vulnerabilidad, de que el cambio climático les está costando”, comenta Guzmán.

En la otra orilla, en cambio, están México y Uruguay (con 1,7 puntos), y Trinidad y Tobago (con 0,5 puntos).

“México, por ejemplo, tiene ingresos sostenibles medianos. Pero como también recibe tanto financiamiento intensivo al carbono, recursos que van para el petróleo, eso hace que caiga en la lista”, agrega la experta.

Una situación que se podría trasladar a Trinidad y Tobago que, a pesar de ser una isla del Caribe, su presupuesto intensivo al carbono supera más de 325 veces a su presupuesto sostenible, ya que el 20% de sus ingresos provienen de actividades intensivas en carbono.

“Nuestro objetivo con este índice no es culpar o apuntar a ciertos países”, agrega Guzmán. “Lo que queremos es mostrarles las brechas que existen en sus finanzas, porque muchas veces ni los propios ministerios lo están contabilizando, y creemos que es necesario que vean esas tendencias”.

El índice, además, da luces de temas clave, como, por ejemplo, los tipos de recursos que están llegando a la región para afrontar el cambio climático: mientras solo el 12% vienen en forma de donaciones, el 88% restante llega como préstamo. R

azón por la que, precisamente, muchos países de América Latina y el Caribe han unido frente a nivel internacional para pedir que esta situación cambie, pues a pesar de no ser los principales responsables del cambio climático, los países de la región – con finanzas ya en vilo – se siguen endeudando para hacerle frente a esta crisis.

Es más, países como Argentina, Costa Rica, Paraguay y República Dominicana han recibido la totalidad de su financiamiento climático en forma de préstamos, acentuando la dependencia de este tipo de instrumento financiero.

En contraste, Cuba se presenta como el único país que ha recibido el total de su financiamiento en forma de donaciones”, asegura el documento.

Lograr obtener todas estas conclusiones no fue una tarea fácil. Guzmán cuenta que el equipo tuvo que navegar por mares de información de cada uno de los 20 países.

Miraron los presupuestos de los ministerios de Hacienda, los recursos asignados a los ministerios de Ambiente y exploraron también qué tanto gasta cada país en eficiencia energética y energías renovables.

Para temas de ingresos multilaterales o de cooperación, hicieron mano de datos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).

“Es cierto que no todos los países de América Latina tienen buena disponibilidad de datos, pero lo que más nos costó es que los datos, los presupuestos, no están desagregados, no dicen específicamente si van para cambio climático, entonces para poder hacer nuestro trabajo hay que tener un ojo experto”.

Incluso, para obtener mayor información o datos en los que encontraron vacíos, le mandaron una serie de formularios a cada uno de los países, pero solo recibieron respuesta de Colombia, Guatemala, Honduras y México.

De otros países, como Venezuela, se ha vuelto casi que imposible acceder a información, por lo que desde hace un par de años – a pesar de estar entre los países más emisores – decidieron sacarlo del Índice, para no tergiversar la información.

El Índice, repite Guzmán, más que generar una competencia entre países, busca dar luces sobre cómo la región va en el tema.

Además, ayudarán a informar decisiones como la que se tomará en la próxima Cumbre del Clima, COP29, que se celebrará en Azerbaiyán.

Uno de los puntos importantes de esa reunión será la de presentar un objetivo en financiación climática. Y sería bueno, a ojos de la mexicana, que América Latina no solo exija que los países más responsables por el cambio climático les dé recursos, sino que los mismos presupuestos internos de la región estén alineados con el cambio climático. Ambos artículos sobre los que habla el Acuerdo de París.

“Nosotros, como América Latina, tenemos todo el dinero metido en una bolsa, la del desarrollo a través de los combustibles fósiles y ahora que el mundo está transitando a otro modelo, nosotros no nos podemos quedar atrás”, cuenta Guzmán.

Como lo señala el informe, “la región requiere inyectar financiamiento e inversiones en actividades bajas en emisiones para generar empleos en nuevas industrias que a su vez generen nuevos ingresos.

Lo anterior debe venir de instrumentos diferentes a los de deuda para evitar profundizar los niveles de endeudamiento como los que se viven actualmente”.

El País España

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